“Me duelen los huesos” es una frase que estos días oímos a menudo y no es de extrañar. Según un estudio de la Fundación Internacional de la Artrosis (OAFI) en colaboración con el laboratorio Opko Health, el 68% de la población española con edades comprendidas entre los 35 y los 65 años han padecido dolor articular durante el año 2020. Por sexos, la cifra de mujeres afectadas supera en diez puntos a los hombres.
En conjunto, el 40% de las personas que manifiestan haber sentido dolor articular revelan que, debido a ello, no han podido llevar a cabo alguna actividad física con regularidad y el 10% de los españoles mayores de cincuenta años definen el dolor como intenso.
A continuación vamos a desarrollar este tema y a explicar como el quiromasaje contribuye a aliviar estos dolores y a mejorar la calidad de vida.
Índice
No, no duelen los huesos
Las molestias y el dolor que sentimos en “los huesos” es en realidad generado por las articulaciones.
Con el paso del tiempo y sobre todo a partir de la quinta década de vida, son frecuentes las alteraciones articulares. Progresivamente, se produce una atrofia y disminución de la masa muscular y un incremento de la pérdida ósea, más acentuada en las mujeres. Debido a estos cambios, aumenta la limitación de movimiento y la sensación de dolor.
Además, el dolor articular suele irradiarse a toda la extremidad causando pesadez, cansancio y aumento de la sensación de calor y sensibilidad en el área afectada. Por ello, en muchas ocasiones, las personas aquejadas entran en un círculo vicioso ya que, a modo de defensa, evitan mover la articulación o articulaciones generando una falta de movilidad muscular que agrava el problema.
La complejidad del dolor articular
Son muchas las afecciones que causan dolor articular y según sus características se establecen varias clasificaciones.
Hablamos de artralgia cuando no existe componente inflamatorio y de artritis cuando sí existe inflamación en la articulación e incluso en los tejidos subyacentes.
Si el dolor tiene una duración de varios días lo calificamos de dolor agudo; cuando su duración se prolonga durante meses o años estamos hablando de dolor crónico.
En base al número de articulaciones afectadas, el dolor será monoarticular (una articulación), oligoarticular (de dos a cuatro articulaciones) o poliarticular (más de cuatro articulaciones).
Por las características del dolor distinguimos el dolor inflamatorio (artritis) que mejora con el movimiento y empeora con el reposo; dolor mecánico, empeora con el movimiento y mejora con el reposo y dolor neuropático en que la sensación dolorosa está acompañada de entumecimiento, hormigueos y sintomatología propia de afectación nerviosa.
Algunas de las patologías causantes del dolor articular son:
- Las enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide.
- Un proceso infeccioso como la osteomielitis.
- Trastornos metabólicos como la gota.
- Enfermedades degenerativas como la artrosis.
- Un esfuerzo o sobrecarga de una articulación.
- Alteraciones musculoesqueléticas como, por ejemplo, una condromalacia rotuliana o una tendinitis.
Respecto a las articulaciones afectadas, en primer lugar destacan las de las rodillas con un 52% de incidencia, seguidas por las de la columna vertebral y las de las manos; en este último caso, la afectación es mayor en la población femenina mayor de 50 años.
El estilo de vida tiene mucho que ver en el desarrollo de las patologías que cursan con dolor articular. Si bien es cierto que la edad es un factor inevitable de deterioro del aparato locomotor, también lo es que los hábitos influyen en el estado de salud. Una nutrición adecuada, un óptimo patrón de descanso y el desarrollo cotidiano de una actividad física habitual son fundamentales para mantener nuestros músculos y articulaciones en forma.
Aunque no parece que sea esta la tónica actual en la mayoría de países desarrollados donde el sedentarismo y la obesidad campan a sus anchas. Si a ello sumamos que cada vez vivimos más años, podemos prever futuras generaciones con serios problemas de dolor y movilidad.
A modo de ejemplo, la OAFI establece en 242 millones de personas la población afectada por artrosis en todo el mundo, siendo una de las enfermedades más prevalentes y una de las primeras causas de gasto sanitario.
¿Cómo afecta el frío al dolor articular?
Lo decíamos al inicio de este artículo. En invierno nos “duelen más los huesos”, y, aunque no sean los huesos sino las articulaciones, es cierto que se acrecienta la sensación de dolor. Te explicamos por qué.
Al notar el frío aumenta la viscosidad del líquido sinovial, el fluido viscoso y transparente que lubrica y nutre al cartílago articular. La viscosidad se debe al contenido en ácido hialurónico y depende de la temperatura. A menor temperatura, mayor viscosidad e incremento de la rigidez articular disminuyendo el rango de movimiento.
¿Cuántas veces hemos escuchado “me duele la rodilla, va a llover”? Tiene que ver con uno de los factores que intervienen en el contacto entre dos o más superficies articulares. Además de los músculos que transcurren sobre ambas partes y de los ligamentos de refuerzo actúa la presión atmosférica que ayuda a mantener el contacto entre las superficies articulares.
Son varias las hipótesis de porqué se altera el estado de equilibrio entre la presión atmosférica (extracapsular) y la que hay en el interior de la cápsula (intracapsular):
- Por un principio físico de regulación hidráulica. Ante un descenso brusco de la presión atmosférica, el líquido sinovial tiende a salir del interior de la cápsula articular causando tensión y dolor.
- Por la presencia de receptores de presión a nivel articular capaces de ser activados por los cambios bruscos de presión atmosférica.
Quiromasaje: un aliado contra el dolor articular
El “dolor de huesos” será el síntoma principal que indique la persona que acude al terapeuta.
La anamnesis permitirá recabar toda la información necesaria: síntomas asociados, irradiación del dolor, cuando empeora y cuando se calma o los diagnósticos y tratamientos del paciente, entre otros datos. También cuáles son sus hábitos nutricionales y su actividad física.
El análisis visual puede indicar una posible posición antiálgica adoptada por la persona como defensa ante el dolor.
La palpación muscular, ósea y articular posibilita comprobar cómo los tejidos reaccionan al ser desplazados o presionados. Además, el terapeuta percibe posibles anomalías y el grado de sensibilidad de los diversos elementos periarticulares, es decir, los músculos, ligamentos, cápsulas y tendones que rodean la articulación, que están muy inervados.
La profundidad de las maniobras del masaje se adecuarán al umbral de dolor con una progresión lenta y continua en la dirección de la musculatura afectada.
Al ir aplicando los amasamientos, las fricciones y el resto de maniobras adecuadas conseguiremos importantes beneficios fisiológicos:
- Aumento de la movilidad y flexibilidad de los tejidos.
- Reducción de posibles adherencias.
- Vasodilatación e incremento de la nutrición de los tejidos.
- Efecto de drenaje de toxinas.
La práctica del masaje combina las distintas maniobras sobre las estructuras blandas con movilizaciones pasivas que siguen el movimiento natural de la articulación sin forzarla. De esta forma, se recupera rango de movimiento en cada sesión, reduciendo la tensión articular y mejorando su función, al tiempo que se relajan los músculos que fijan la articulación y se liberan las posibles contracturas musculares ganando extensibilidad.
Al ser el terapeuta el que efectúa el movimiento, el resto del cuerpo se distiende aportando mayor sensación de bienestar.
Una rutina de masaje periódica mantiene la circulación local y la relajación de los tejidos, descargando la tensión articular. Junto a una práctica de ejercicio regular que evite la atrofia capsular y corrija inadecuados hábitos posturales, se logra una importante mejora en la calidad de vida de las personas aquejadas de dolor articular.
Una vez que un cuerpo está en movimiento, se mueve eternamente, a menos que algo se lo impida; y cualquiera que sea la cosa que impida este movimiento, no podrá extinguirlo en un instante, sino al cabo de cierto tiempo, y gradualmente.”
Thomas Hobbes (Filósofo inglés)