El masaje árabe es una técnica de masaje singular que despierta los sentidos, tanto a nivel físico como mental. El ritual del agua en el hammam, la fricción con el guante de kessa y el posterior masaje relajante, acompañado por las diversas esencias naturales y aceites esenciales que se emplean brinda una experiencia única e inolvidable.
Índice
Qué es el masaje árabe
El masaje árabe tiene una larga tradición que ha pasado entre generaciones durante siglos. Heredero de los balneum de las antiguas villas romanas y de las thermae o baños públicos, el hammam era y es el lugar de encuentro social y de limpieza física y espiritual.
El masaje kessa es el masaje tradicional que se recibe en el hammam y constituye una experiencia sorprendente para quienes no la han probado antes y extraordinariamente revitalizante a la par que relajante.
Breve historia del masaje en la cultura árabe
El uso del masaje es tan antiguo como el propio ser humano. Desde las civilizaciones más remotas, Mesopotamia, China, India, Egipto, Roma o Grecia, existen indicios y evidencias arqueológicas de la práctica de manipulaciones con las manos con fines higiénicos y sanadores.
La práctica del masaje alcanzó gran relevancia en la antigua Roma. En todas las ciudades bajo su dominio se construyeron los conocidos baños romanos o termas, de grandes dimensiones, en las que los romanos se bañaban, para después recibir un masaje en los trenidarium, estancias destinadas a esta práctica, por parte de los denominados traclatores, esclavos griegos o egipcios, que amasaban y friccionaban todo el cuerpo aplicando distintos aceites y perfumes.
Tras la caída del Imperio Romano, en la época de la Edad Media, el masaje fue considerado una práctica pecaminosa y desaconsejada por la iglesia. Fue la cultura árabe quien tomó el relevo del uso del masaje, adoptando la tradición romano-bizantina y creando baños públicos más pequeños, con las dimensiones habituales de los hammam. De hecho, las obligaciones religiosas contempladas en el Islam incluían los hábitos higiénicos y la limpieza del cuerpo y el alma antes de realizar las oraciones diarias.
En las comunidades musulmanas, la función de los baños o hammam era más de carácter social, pues las abluciones personales de manos, pies y cara se realizaban en las casas.
En los antiguos hammam existían baños públicos y privados, con zonas de agua fría, templada y caliente, y la separación entre hombres y mujeres era estricta. Además de los baños, eran habituales los masajes corporales a los que se consideraba necesarios para preservar y recuperar la salud.
Avicena, (Abu Ali Ibn Sina) eminente médico, filósofo y científico persa del siglo X (980-1037), autor de unas 450 obras entre las que destaca el imprescindible “Canon de Medicina”, escribió un tratado sobre los masajes, los baños y el poder curativo de la música, el sueño y el reposo.
Cabe destacar la concepción que Avicena tenía de la medicina como ciencia racional intrínsecamente relacionada con la filosofía y la concepción íntegra del ser humano, contemplando la influencia de las leyes de la naturaleza y de la psique sobre el cuerpo y su estado sano o enfermo.
Protocolo del masaje árabe tradicional
Los imperios bizantino y otomano conservaron el protocolo de los romanos, adaptándolo a su religión y costumbres, en el que se pasaba por las tres estancias: el tepidarium (sala de temperatura tibia), el caldarium (sala de temperatura caliente) y el frigidarium (sala de agua fría).
El ritual en el hammam comienza en la estancia templada donde la persona se aclimata antes de entrar en la sala de vapor caliente, con una temperatura entre 30 y 50ºC y una humedad del 90%, donde se permanece sentado en un banco de mármol unos 30 minutos. En esta misma sala o bien en una sala aparte, estirado sobre una superficie de piedra caliente, será donde el masajista aplique un jabón natural y realice un masaje por todo el cuerpo con un guante de kessa. El kessa es un guante exfoliante tradicional confeccionado en ramio, una fibra de origen oriental, 100% natural.
El jabón negro o jabón beldi es una pasta oscura y de textura cremosa que se usa tradicionalmente en los hammam para limpiar y exfoliar la piel. Se elabora a partir de una mezcla de aceite de oliva y aceitunas, normalmente negras, trituradas y marinadas con sal y potasa vegetal que se ha obtenido con la maceración de ceniza en agua.
El masaje tradicional en un hammam del norte de África o de Oriente Próximo es muy vigoroso, a diferencia del que se aplica en los hammam occidentales que es más suave, resultando un masaje exfoliante y revitalizante.
Tras el aclarado, es costumbre terminar con un baño de agua fría. En esta última estancia se ofrece alguna bebida como agua, té o infusión y en algunos países como Túnez se ofrecen algunos dátiles como refrigerio.
En los hammam occidentales se complementa el tratamiento tras la exfoliación con un masaje relajante, aplicando algún aceite esencial.
El resultado es una experiencia extraordinariamente sensitiva que proporciona una profunda relajación física y mental, a la vez que tonifica y revitaliza la piel.
El papel de los aceites esenciales y de las esencias naturales en el masaje árabe
Al igual que la práctica del masaje, la obtención de aromas perceptibles y agradables es tan antigua como el propio ser humano. Aunque el origen de los perfumes se atribuye a la remota civilización egipcia, fueron los árabes quienes perfeccionaron y desarrollaron técnicas para conseguir sustancias aromáticas, convirtiéndose en referentes del antiguo comercio de especias y esencias.
La aplicación de aceites esenciales es fundamental en el masaje árabe, no solo por sus propiedades aromáticas, sino por su efecto sobre el cuerpo, la mente y las emociones.
Explicamos algunos de los aceites más utilizados en el masaje árabe.
- Aceite de argán. Denominado oro líquido, el aceite de argán se elabora a partir de las semillas del fruto del árbol de argán, que crece en regiones del suroeste de Marruecos, donde se cultiva desde hace siglos. El aceite de argán tiene propiedades protectoras, nutritivas, hidratantes y regeneradoras para la piel, a la que aporta luminosidad y vitalidad.
- Aceite de Rosa de Damasco. El proceso de destilación de los pétalos de la rosa damascena permite obtener este valioso aceite con reconocidas propiedades calmantes, ideales para minimizar la ansiedad y el estrés. Aplicado en la piel posee efectos regenerativos y tonificantes.
- Aceite de flor de hibisco. Conocido también como aceite de flor de ámbar rojo o aceite de flor del beso por la forma de las flores, este aceite esencial está indicado como relajante y equilibrante del ánimo.
- Aceite de azahar. Las flores del limonero, del naranjo y del cidro son las utilizadas para conseguir este precioso aceite que posee propiedades sedantes, hipnóticas y antidepresivas.
- Aceite de jazmín. Al igual que la del azahar, la fragancia del jazmín es una de las más evocadoras de los patios y jardines árabes. El aceite esencial de jazmín tiene propiedades calmantes y relajantes, además de tener un gran poder regenerador de la piel.
- Aceite de violeta. Un aceite muy apreciado en la cultura andalusí que aporta tersura y suavidad a la piel. Es un aceite cicatrizante, analgésico y estimulante de la circulación.
- Aceite de semillas de granada. Utilizado desde hace miles de años por muchas culturas, fue introducido en España por los árabes. Es un aceite astringente, purificador y relajante que favorece la relajación muscular.
Beneficios del masaje árabe
Recibir un masaje árabe aporta muchos beneficios para el cuerpo y la mente. El ritual de la limpieza de la piel, la aplicación de los aceites esenciales y la práctica de las maniobras del masaje tiene un alto efecto relajante y reduce los niveles de estrés y ansiedad, alivia el dolor, activa la circulación sanguínea y linfática y procura un mejor descanso. Asimismo, es un excelente tratamiento para la piel y proporciona un bienestar integral.
“Tu ciudad no puede ser perfecta si no hay baños..” (Abu Sir, historiador árabe)